Cada cinco minutos, una persona muere en nuestro país debido a motivos cardíacos, un recordatorio de la gravedad de la enfermedad coronaria, la principal causa de muerte en la Argentina. Cuando alguien tiene un infarto, existe un factor que puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte: el tiempo, una carrera contra reloj ni bien se manifiestan los primeros síntomas.
El corazón necesita un suministro constante de oxígeno para funcionar correctamente, y durante el infarto, ese flujo se interrumpe. Cuando esto sucede, las células del corazón comienzan a morir. Cuanto más se demora la restauración del flujo sanguíneo, mayor es el daño, lo que puede llevar a complicaciones como la insuficiencia cardíaca o, en el peor de los escenarios, a la muerte súbita. La rapidez es clave; cada minuto representa la oportunidad de maximizar las chances de supervivencia y de reducir el daño cardíaco. Por eso, las personas con signos de infarto necesitan buscar ayuda médica inmediatamente, dentro de los primeros minutos. Para que esto suceda, es crucial que sepan identificar sus dolencias, que muchas veces malinterpretan por negación o falta de conocimiento. Luego está el sistema de emergencias: las ambulancias y los servicios de urgencia deben comenzar el tratamiento inicial dentro de los primeros 10 minutos de haber recibido la llamada.
Ya en el centro médico, en un hospital con capacidad para realizar una angioplastia, el objetivo será realizar este procedimiento dentro de los primeros 90 minutos desde la llegada del paciente, un estándar conocido como tiempo “puerta-balón”. En hospitales sin capacidad para realizar angioplastia, se administrarán fibrinolíticos –medicamentos que disuelven coágulos– en la primera media hora, período llamado “puerta-aguja”.
Estos son los tiempos “ideales”, que no necesariamente se cumplen en la Argentina, tal cual se observa en el ARGEN-IAM, registro de la Sociedad Argentina de Cardiología y la Federación Argentina de Cardiología. Este documento, que releva información de pacientes que sufrieron un infarto en los últimos ocho años, señala que solo el 25% que recibió fibrinolíticos tuvo una “puerta-aguja” inferior a 30 minutos, mientras que el 47,7% tratado con angioplastia tuvo una “puerta-balón” menor de 90 minutos.
¿Cómo lograr que la atención sea más rápida y efectiva? Creando redes de infarto eficaces que interconecten los distintos sectores del sistema de salud, tanto públicos como privados, para optimizar el traslado, la derivación y la atención de los pacientes. Necesitamos mejorar además los tiempos de reconocimiento de los síntomas por parte de los pacientes mediante la concientización, y el tiempo de diagnóstico por parte de los médicos mediante capacitación continua. Los desafíos son grandes, en especial, en un contexto de crisis que no solo pone en jaque la viabilidad económica de las instituciones, sino también la calidad y equidad de la atención médica. La especialidad de cardiología conserva un alto nivel en la Argentina, pero esta performance podría alterarse en los próximos años.
En un país donde la mortalidad por enfermedades cardiovasculares sigue siendo alta, es imperativo abordar los desafíos que enfrenta nuestro sistema de salud mientras fortalecemos dos pilares: la prevención primaria (con consultas periódicas que permitan detectar y tratar factores de riesgo como la hipertensión y el colesterol alto) y la educación (promover hábitos saludables a través de campañas). Solo a través de una acción coordinada y decidida podemos reducir el impacto de estas enfermedades y salvar más vidas. Es hora de que cada minuto cuente, no solo en los corazones de los pacientes, sino también en la agenda de nuestras políticas de salud.
Por Guillermo Nuncio Vaccarino
Médico especialista en Cirugía Cardiovascular, director del Instituto de Cardiología y Terapéutica Cardiovascular del Hospital Universitario Austral